Empusa pennata |
Según la mitología griega, la Empusa es una criatura guardiana del infierno, que puede cambiar de forma y le agrada pasear por parajes desérticos. A veces toma la forma de una bella cortesana, a fin de seducir a jóvenes ardientes y descuidados para, tras culminar los actos carnales, devorarlos y beber su sangre.
Nuestra protagonista de hoy, toma su nombre de tan aterrador ser, Empusa pennata, Mantis palo, Diablillo o Muerte (como llaman algunos Añoveranos a todas las mantis) y al igual que el ser mitológico, vive en zonas áridas, de escasa vegetación. Pero no es la única coincidencia.
Estas fotos me las mandó nuestro vecino Jose, al encontrase una en nuestro, siempre tan diverso, campo.
Lo primero que salta a la vista es el buen camuflaje que tienen. La foto anterior está retocada a fin de que pueda verse mejor, pero en la original de la izquierda, se puede apreciar el alto grado de mimetismo con el ambiente. Y es que el color del adulto de nuestra diablesa, depende del entorno circundante cuando realiza la última muda, y va desde el pardo de la hierba seca, hasta el verde.
Como la malvada diablesa griega, nuestra mantis sabe pasar desapercibida.
La Mantis palo, a diferencia de otras mantis, se caracteriza por presentar tubérculos en la parte ventral del abdomen, disponiéndose enrollado en las ninfas y extendido en los adultos. Además de presentar una protuberancia en la cabeza. Los machos, como parece ser el de nuestra foto, presentan antenas largas bipectinadas (plumosas) siendo más cortas y lineales las de las hembras. Otra de las diferencias con otros mantoideos, es que pasan el invierno en forma de ninfa, no en forma de huevo.
Según ciertas leyendas castellanas, una Lamia (el equivalente latino de la Empusa) de extraordinaria belleza, puede aparecer en determinadas fechas a la orilla del rio, peinándose sus cabellos.
Al igual que nuestro diablillo de hoy, pues aunque la Empusa pennata habita preferiblemente zonas desérticas, también se la puede encontrar en las orillas de los ríos y cursos de agua, posiblemente atraída por la abundancia de presas que revolotean en sus alrededores. (La Mantis palo tiene un diseño corporal especializado en cazar insectos voladores, que atrapa con las patas posteriores, armadas con espinas. Si bien puede alimentarse de cualquier invertebrado que caiga entre sus potentes brazos; arañas, saltamontes, etc.)
Tanto su inquietante belleza, como su comportamiento sexual, igual que el de las mantis religiosas, son seguramente las características que le han hecho ganarse un nombre tan diabólico. ¿Quien no conoce a estas alturas el comportamiento sexual de las mantis?
Todo comienza cuando la hembra, en la época de reproducción emite unas feromonas al aire (perfúmenes de mujer) que el macho percibe con sus antenas. Siguiendo el rastro de las mismas hasta su origen son capaces de llegar hasta la hembra. Una vez localizada, el macho tiene que ser muy cuidadoso, pues la hembra puede devorarlo. Para evitarlo, el macho se acerca cuidadosamente por detrás hasta conseguir copular con ella, procurando mantenerse alejado de las patas posteriores de la hembra, que pudieran atraparle en un mortal abrazo. La hembra de Ampusa pennata, a pesar de haberse ganado el nombre diabólico, en realidad, devora a los machos con bastante menos frecuencia que la mantis religiosa (tengo un amigo que haría un buen chiste con esto).
A pesar de ciertas creencias populares que dotan a las mantis de una picadura venenosa e incluso mortal (recuerdo que siendo niño me dijeron que no me acercara a ellas pues eran "La muerte" y era fatal su picadura) en realidad, las mantis en general, y la nuestra en particular, no suponen ningún peligro para el ser humano y, de hecho, pueden ser beneficiosas, pues como depredadores voraces de invertebrados, ayudan al control de insectos indeseables, que pueden convertirse en plagas.
Así que ya sabeis, si en vuestros paseos os encontrais con este inquietante animal, camuflado entre la maleza, sabed que estáis ante Empusa pennata, una mantis peculiar que toma el nombre de un diablo mitológico, que habita las zonas áridas del sur de europa occidental, y que su maldad tiene, como su nombre, mucho más de cuento que de verdad.
Quizás incluso su visión pueda iniciar una buena reflexión o conversación, pues conocer la historia de los habitantes de nuestra naturaleza, no solo es enriquecedor. También suma al disfrute de los paseos, el valor añadido del conocimiento.