sábado, 27 de mayo de 2023

IR AL CERRO, SALVAR A ULISES Y VOLVER CON DIOS. (Peganum Harmala)


"Y llegó a Horeb, el monte de Dios. Y se le apareció el ángel del Señor en una llama de fuego, en medio de una zarza; y Moisés miró, y de aquí, la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía. Entonces dijo Moises: Me acercaré ahora para ver esta maravilla: por qué la zarza no se quema". Exodo 3: 1-3 

Moisés y la zarza ardiente. Bóveda del Vaticano.

Hoy os presentaré una de las plantas que podemos encontrar en nuestros campos que más puede acercarnos a Dios o, al menos, a una experiencia muy parecida a encontrárselo o tenerlo dentro; y no, no es broma. Acompañadme en este viaje a través del tiempo y la etnobotánica hasta los mismísimos orígenes de la civilización occidental y la influencia que esta planta, Peganum Harmala -conocida también como harmal, ruda Siria o ruda salvaje- ha podido tener en nuestra forma de concebir el mundo. 

Peganum Harmala. Añover de Tajo.

Podemos encontrar a nuestra protagonista de hoy, exhibiendo sus flores blancas en Mayo, al borde de los cultivos de secano que flanquean el camino al cerro San Gregorio. Sus semillas triloculares, contienen un 3-4% de potentes alcaloides inhibidores de la aminomonoxigenasa (IMAO) principalmente harmina, harmalina, harmol y derivados cercanos; alcaloides a los que se les han atribuido multitud de usos farmacológicos y propiedades psicotrópicas, siendo usada frecuentemente como acompañante y potenciador de otras drogas.


Alcaloides de P. Harmala

La ruda Siria llegó a España a manos de los árabes en el primer siglo de nuestra era, es autóctona de las regiones comprendidas entre el este del mediterráneo e India y su relación con el hombre se remonta a los orígenes de la civilización, encontrándose citada en antiguos textos cuneiformes mesopotámicos. 

En tiempos preislámicos, en Oriente Medio, se quemaban sus semillas para producir un humo embriagador, este uso en forma de humo llega hasta nuestros días; en Turquía, beben una decocción de las semillas mezclada con Cannabis que “ciega la mente y aumenta el poder de la imaginación” y como talismán contra el mal de ojo; en India, tras tostar las semillas, se machacan para obtener un fino polvo que fuman mezclado con tabaco y el aceite de sus semillas se vende como afrodisiaco; en Irán, en pleno siglo XXI, se han documentado casos de hospitalizaciones por intoxicación tras ingerir sus semillas; como la de una mujer joven hospitalizada con alucinaciones al consumirla como remedio contra la amenorrea y el ingreso con trastornos intestinales y vómito sanguinolento de un hombre, adicto a los opiáceos, que ingirió las semillas aconsejado por su abuela siguiendo la tradición familiar. 


Estudios más modernos sugieren propiedades antitumorales y un amplio rango de efectos farmacológicos: Cardiovasculares, sobre el sistema nervioso, gastrointestinales, antimicrobianos, antidiabéticos, osteogénicos, inmunomoduladores y emenangogos; no son pocas, tampoco, las intoxicaciones reportadas tras la ingestión de sus semillas y efectos adversos con síntomas como: alteraciones intestinales, temblores e inhibición de la capacidad locomotora, alucinaciones, elevación de la temperatura corporal, bradicardia, baja tensión arterial, descoordinación motora, ataxia, vómitos e indicios que apuntan a posibles efectos mutagénicos; pudiendo ser mortal, sobre todo, mezclada con alcohol.


La ruda Siria y el ser humano llevan milenios (y no pocos) en una relación mutua de amor y miedo, de beneficios/perjuicios que la experiencia puramente empírica, con sus aciertos y errores, durante miles de años, ha mantenido en equilibrio hasta nuestros días y la ciencia y arqueología moderna parecen estar corroborando. 

P. Harmala en Añover de Tajo

¿Y qué tiene que ver todo esto con Dios, diréis? Estamos en ello, pero antes hay que conocer un término que acuñaron los autores de un artículo sobre drogas alucinógenas en 1979, este nombre es: enteógeno. Un enteógeno es una sustancia vegetal o un preparado de sustancias vegetales con propiedades psicotrópicas que cuando se ingiere provoca un estado modificado de consciencia. Se utiliza en contextos espirituales, religiosos, ritualísticos y chamánicos, además de usos recreativos o médicos; su significado deriva del griego y significa, literalmente, que tiene un Dios dentro. Sí, a nosotros nos suena a drogas, y así es como las tratamos, pero este tipo de sustancias enteógenas han sido sagradas, e incluso centrales, en los ritos religiosos de muchas civilizaciones humanas. Ejemplos de ello son el misterioso Kykeon de los ritos Eleusinos en la antigua Grecia y la Ayahuasca, utilizada en los ritos chamánicos de curación de los pueblos indígenas Amazónicos; los principales compuestos activos de la Ayahuasca, son: Harmina (como el de nuestra protagonista de hoy) y otros compuestos afines que actúan como inhibidores de la monoamino oxidasa (IMAO) que son los principios activos que le dan su fama de potenciador de otros psicodélicos; razón por la que algunos la denominan “La Ayahuasca del viejo mundo” y dimetiltriptamina (DMT) principal componente psicoactivo.

Decocción Ayahuasca

Así pues, nuestra Harmala, es un enteógeno, una planta sagrada que tiene la capacidad de hacernos ver a Dios dentro de nosotros, y parece que así se la ha tratado desde los albores de la civilización en Oriente Medio. El nombre “Harmal” en arábigo, significa tanto “tabú”, como “sagrado” y proviene de la misma raíz que la hebrea “herem”, que significa tabú; por curiosidad, he introducido el término Harmal en el traductor de Google y me dice que significa “daño”, así que parece que hasta en la raíz de su nombre, se hace referencia a la ambivalencia beneficio/daño de esta interesante planta.

No son pocos los autores que han especulado con que los efectos de las alucinaciones de las plantas que llamamos enteógenas están en la mismísima base de las religiones, incluida nuestra vecina que vive al borde del camino que lleva al cerro San Gregorio. Una planta abundante en la península del Sinaí, donde se especula que se ubica el monte del mismo nombre y en cuya cima Moises tuvo la transformadora experiencia de la zarza ardiente que le llevó a tomar la decisión de liberar a su pueblo y donde Dios le dio las famosas tablas de la ley con los Diez Mandamientos. No hace falta señalar la importancia histórica que han tenido estos Diez Mandamientos como piedra angular del Cristianismo y, por ende, en la civilización occidental. ¿Puede una mezcla de sustancias psicotropicas, al estilo de la ayahuasca, tener algo que ver con estos episodios bíblicos? 


Hemos comentado que la Ayahuasca se compone de un potenciador de los efectos alucinatorios a base de inhibidores de la monoaminooxidasa (nuestro Harmal) y plantas que proporcionan el principio propiamente psicoactivo (DMT) ¿Hay alguna planta que pueda proporcionar estos compuestos en Oriente Medio? La respuesta es, como podéis suponer, afirmativa. Las plantas que proporcionan DMT y que, a estas alturas no debería sorprendernos, también se han considerado sagradas, son las acacias; tan utilizadas en nuestro jardines como ornamentales. Las Acacias (asociadas al nacimiento de Osiris en el antiguo Egipto) ricas en DMT que crecen en la península del Sinaí son: Acacia albida, Acacia lactea y Acacia tortiles entre otras. Tenemos pues, los ingredientes equivalentes a un preparado alucinatorio que, desde tiempos inmemoriales hasta la actualidad, se usa en ritos chamánicos espirituales, altera el pensamiento, las emociones, el sentido del tiempo, se usa como oráculo y, además, una de las alucinaciones visuales frecuentemente citadas por los intoxicados, consiste en ver llamas ardientes en el campo visual.

Acacia tortilis.  

¿Pudo ser el episodio de Moisés y su visión mística de la zarza ardiente en el Monte Sinaí el relato de las visiones de un hombre bajo los efectos de una mezcla enteógena de nuestra protagonista de hoy Peganum Harmala y Acacia? ¿Pudieron inspirar estas drogas los Díez Mandamientos en los que se sustentan las bases de la ética occidental? No hay pruebas empíricas irrefutables, pero, vistas como encajan las piezas botánicas, antropológicas y descripciones bíblicas, no es descabellado imaginar que pudiera ser; y de no ser ciertas, nada nos impide disfrutar de especular sobre ello, enriqueciendo nuestros paseos con el aura de bellas e interesantes historias. Pero hay más…

Hermes protegiendo a Odiseo de Circe. A. Carracci.

Nuestra vecina, Peganum Harmala, también es sospechosa de tener un papel salvador en la mismísima Odisea, el poema épico donde Homero cuenta el viaje de vuelta a casa de Odiseo tras la guerra de Troya. En el canto X, se narra como los compañeros de Odiseo son hechizados por Circe, la hechicera, con un brebaje preparado con hierbas que los transforma en cerdos. Euríloco, uno de ellos, logra escapar y advertir a Odiseo del peligro. Éste, de camino hacia la mansión donde están cautivos sus compañeros con la intención de liberarlos, se encuentra con el Dios Hermes quien le proporciona una planta mágica que le inmuniza frente a los hechizos de Circe y esta planta, utilizada como contraencantamiento puede ser identificada, por su forma y propiedades como Ruda Salvaje o lo que el lo mismo, nuestra ya conocida vecina Peganum Harmala.

Así que ya sabéis, si en vuestros paseos por nuestros campos os tropezáis con una planta de hasta 80 cm de altura, con flores de cinco pétalos blancas y frutos triloculares que crece en los suelos yesosos, estáis ante Peganum Harmala, una planta que bien podría haber inspirado los pilares de la ética de la civilización occidental, salvado a Odiseo de las trampas de Circe, se usa como potente talismán contra el mal de ojo, y cuyas prometedoras propiedades farmacéuticas esta investigando actualmente la ciencia moderna. Un verdadero tesoro, tanto cultural como botánico, para disfrute de la vista y entendimiento de quien sepa apreciarlo.


Referencias: 

Magia y tradición: un ejemplo homérico https://dra.revistas.csic.es/index.php/dra/article/download/350/354

Biblical Entheogens: a Speculative Hypothesis: https://priory-of-sion.com/biblios/images/biblical_entheogens.pdf

https://es.wikipedia.org/wiki/Peganum_harmala

https://kahpi.net/syrian-rue-peganum-harmala-ayahuasca/

Ruda Siria: La ayahuasca del norte de África y euroasia. https://www.iceers.org/es/ruda-siria-peganum-harmala-ayahuasca/

Toxicity of Peganum harmala: Review and a Case Report: https://ijpt.iums.ac.ir/browse.php?a_id=3&slc_lang=en&sid=1&ftxt=1&fpdf_version=17

Pharmacological and therapeutic effects of Peganum harmala and its main alkaloids: http://www.phcogrev.com/article/2013/7/14/1041030973-7847120524

https://es.wikipedia.org/wiki/Enteógeno















lunes, 15 de mayo de 2023

PÚRPURA, ORO, HELENA DE TROYA Y LA BELLEZA ARREBATADORA. (Phlomis lychnitis y Phlomis herba-venti)

Hoy os presentaré dos plantas que podemos encontrar en Mayo en nuestros campos y cuya relación de color tiene que ver con el exclusivo púrpura de Tiro, el oro, Helena de Troya, la teoría de los colores y el sentido evolutivo de la belleza. Me refiero a la dorada Candilera (Phlomis lychnitis) y al púrpura aguavientos (Phlomis herba-venti)


Si hay en el imaginario colectivo un símbolo de belleza es Helena de Troya, la mujer por cuya belleza, nos cuenta el mito, comenzó la famosa guerra cantada por Homero en la Ilíada, de belleza semejante a Afrodita y que ocupaba su tiempo en labores cotidianas, como bordar un manto doble de púrpura: 

"Salió Helena de su perfumada estancia de elevado techo semejante a Afrodita, la de rueca de oro. (Od, IV, 122-122)"

"Hallola en su aposento estaba hilando un gran tejido
Un manto doble de púrpura, donde bordaba numerosas labores
De Troyanos domadores de potros, y de Aqueos, de broncinea túnica,
Queda causa suya estaban padeciendo a manos de Ares (III 125-128)"

No cuesta, por tanto, imaginar esta mítica Helena de arrebatadora fragancia, epítome de la belleza, con su larga y rubia melena cayendo lánguida sobre sus mejillas, destacando contra el púrpura del manto que teje con hilos dorados. Esa áurea belleza, aun más bella si cabe en contraste con el púrpura; ese manto púrpura, aun más bello si cabe, en contraste con la dorada Helena. Púrpura y oro, la combinación perfecta.
Helena de Troya por Evelyn de Morgan.

En el mundo clásico, el color púrpura -cuyo tono podía variar entre un rojo purpúreo y el morado- era un artículo comercial de lujo debido a la dificultad de la extracción del tinte, que consiste en la secreción de la glándula hipobranquial de ciertos caracoles marinos, para producir un gramo de púrpura se necesitaban 9000 moluscos aproximadamente, por lo que su uso se limitaba únicamente a artículos de lujo. En la Mitología occidental se atribuye su descubrimiento al perro de Hércules, cuya boca se tiño de púrpura al masticar caracoles en la costa de levante y su uso, no solo era prohibitivo debido a su precio sino que, incluso, llegó a estar restringido por ley, únicamente para uso de generales y emperadores. 

    El descubrimiento de la púrpura. Theodor Van Thulden.

Háganse una idea pues, de la potente simbología de esa Helena -similar a Afrodita- de dorados cabellos, cuya belleza originó una guerra en la que participó prácticamente todo el mundo conocido -una guerra mundial antigua- ocupando sus horas bordando con rueca de oro un manto púrpura: El sumun de la belleza, el prestigio, la riqueza y el poder.

Robin Wall Kimmere, botánica indígena, en su libro “Una trenza de hierba sagrada”, confiesa que decidió estudiar botánica porque quería descubrir por qué los asteres -de color púrpura- y las varas de oro canadienses – de color amarillo oro- las primeras flores que recordaba de su niñez, resultaban tan hermosos juntos; una aproximación científica a la belleza y las relaciones entre la naturaleza, los seres humanos y la “espiritualidad” que emana de sus propiedades emergentes. Nos explica que la belleza está en los ojos del observador, al menos, en la combinación de púrpuras y dorados: Los seres humanos percibimos los colores gracias a células receptoras especializadas (los bastones y conos) de la retina. En el ojo humano hay tres tipos de conos distintos, cada tipo de cono se ocupa de absorber distintas longitudes de onda; Los primeros, se ocupan de percibir el color rojo y las longitudes de onda asociados a este; los segundos, perciben el color azul; y por último, un tercer tipo de conos están diseñados para la percepción óptima de la luz de dos colores: El morado y el amarillo. Esto significa que nuestro ojo, está preparado de forma especial para detectar estos tonos y enviar señales al cerebro.


Los trabajadores de la belleza, los artistas, nos dicen que estos dos colores, amarillo y violeta, son colores complementarios en la rueda de los colores; juntos en la paleta se realzan mutuamente, se intensifican. Un mero toque de uno hace más vivido al otro. Ya lo dijo Goethe, científico y artista, en 1810 “Los colores diametralmente opuestos entre sí, son los que se evocan recíprocamente en el ojo”. El púrpura y el oro, forman así, un par reciproco. Nuestros ojos son tan sensibles a estas longitudes de onda, que los conos sufren una sobreestimulación; algo que, aunque nosotros ignoremos, parece que aprovechan las plantas púrpuras y amarillas cuando tienden a crecer juntas. Nos parecen más bellas y a los humanos -a pesar de la poca fe que nos profesan algunos- nos gusta cuidar las cosas bellas. Esta combinación de colores tiene,  por tanto, un valor adaptativo. 


El pasado sábado, 14 de Mayo, en uno de mis paseos por los campos de Añover, ese espartal sobre suelos de yeso cuya flora, si bien excepcional, no se caracteriza por ser especialmente llamativa, encontré esta combinación de colores en dos especies del mismo género: Phlomis lychnitis (amarilla) y Phlomis herba-venti (púrpura) destacando sobre el color ceniciento del suelo. En seguida me vino a la mente el valor adaptativo de esta combinación, así como su colosal significado cultural de estatus y de belleza, que ya, desde los albores de la humanidad, se le ha dado a esta combinación de colores.

Regresé a casa pensando que, para los ojos que saben mirar, en los cenicientos campos de Añover también tenemos nuestro epítome de la belleza, nuestra Helena de Troya, una Helena fugaz que, si bien no provocará una guerra, sí consigue que los paseantes informados, con las pupilas sobreexcitadas, vuelvan a casa con una sonrisa en los labios y la certeza de haber conquistado un pedacito, pequeño pero sublime, de su belleza.