Cuando cursaba tercero de biología tuve que realizar un trabajo de revisión sobre el estrés, su utilidad desde el punto de vista evolutivo, sus consecuencias fisiológicas sobre el individuo y los problemas que el estrés crónico, cuya incidencia se estaba disparando en el mundo "civilizado", podrían tener sobre las sociedades. Esto me hizo tomar consciencia de las terribles consecuencias que el estrés crónico puede llegar a tener en nuestras vidas a todos los niveles. Ahora, se sabe que los efectos del estrés quedan reflejados en los cromosomas, pudiendo, el análisis de los telómeros, ser un indicador fiable de la exposición al estrés de un individuo, y por ende, de una sociedad a través del estudio de los individuos que la componen.
El estrés, de forma natural, es una respuesta fisiológica que ocurre ante un estímulo amenazante, o cuando los cambios en el medio externo o interno son interpretados como una amenaza a la homeostasis, es decir, la capacidad de mantener una condición estable y constante del individuo.
Cuando el estímulo estresante se presenta, se produce toda una cascada de hormonas que termina con la liberación de, entre otras, el cortisol, y ponen al organismo en estado de "alerta general" preparándole para consumir energía muy rápidamente, a la vez que se inhibe la reproducción, el crecimiento y el almacenamiento de energía. El ejemplo típico para entender lo que pasa, es imaginar que estamos ante un león... todo nuestro organismo se dispara con una sola intención, la de sobrevivir, correr muy deprisa y salir cuanto antes fuera de su alcance, cualquier otra función del organismo, en ese momento, está de más (incluso sentir dolor) y por tanto se inhibe.
Este mecanismo de respuesta al estrés, sin duda, ha conseguido (o al menos ayudado bastante) que la especie humana haya llegado hasta nuestros días y colonizado casi todos los ecosistemas, superando y haciendo frente a todo tipo de situaciones. El problema viene cuando el estrés es crónico. Esta respuesta esta muy bien en periodos cortos, pero cuando se da de forma continuada es una fuente inagotable de enfermedades.
El estrés crónico se ha asociado a diabetes, problemas cardiacos, depresión, determinados tipos de cáncer, pérdida de memoria, úlceras y un largo etcétera de enfermedades.
Ahora también se sabe que los telómeros (los extremos de los cromosomas) se acortan por las situaciones de estrés y que este acortamiento de los telómeros aumenta la probabilidad de padecer ciertas enfermedades. Los telómeros se acortan de forma natural en cada replicación celular, siendo indicadores del desgaste genético del organismo. A medida que envejecemos, los telómeros se van haciendo más pequeños. Cuando los telómeros son demasiado pequeños, la célula puede dejar de reproducirse, pero también puede funcionar de manera incorrecta (segregando factores que producen inflamación o desencadenan el desarrollo de tumores). El estrés acelera este proceso.
Un estudio publicado en Nature 490, relaciona directamente la pérdida de longitud de los telómeros con las adversidades sufridas por las personas de estudio, llegando a una clara conclusión: A la hora de hacer frente a las enfermedades, los factores ambientales desempeñan un papel importante, además de los genéticos. Así mismo, señala a la longitud de los telómeros como un indicador que ofrece una perspectiva excepcional sobre el estado fisiológico y patológico de un individuo.
El estudio de los telómeros apunta a que los planes de prevención de la salud deberían centrarse más en disminuir los factores ambientales que causan el estrés crónico (tanto contaminantes como sociológicos) a tantas personas de nuestra sociedad. ¡ Y hay que empezar cuanto antes! pues hay indicios de que el estrés tiene efecto sobre los telómeros incluso antes del nacimiento.
Así que ya sabéis, si no queréis envejecer (o al menos, no tan deprisa como os parece) cuidaos de las situaciones estresantes y sobre todo aprended a controlarlas.
Por último queda una buena noticia, hay estudios pilotos que sugieren que aplicando medidas reductoras de estrés, combinadas con ejercicio y cambios en la dieta, en tres meses puede ralentizarse o incluso revertirse el desgaste de los telómeros al aumentar la actividad de la telomerasa (la enzima encargada de "rellenar el trocito" de ADN que se pierde en cada replicación).
Tantos avances en el conocimiento durante tantos años y al final las conclusiones parecen todas apuntar a lo que ya sabían los antiguos griegos:
"Mens sana in corpore sano".
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